La máxima esencia.

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White Material (2010)

Comprender el cine de esta peculiar realizadora francesa puede resultar una ardua tarea. Desde Chocolat (1988) hasta Les Salauds (2013), Claire Denis parece haberse desvinculado del discurso hegemónico del séptimo arte. Una creadora sin duda atípica, por numerosas razones. En primer lugar, por sus orígenes. Nacida en París en 1948, Claire Denis no tardará en mudar la capital francesa por el continente africano, donde su padre ejercía de administrador colonial. Allí, la joven conocerá de primera mano la cruda realidad de las colonias francesas en el norte de África. Fruto de esa experiencia, nace un profundo amor por este inhóspito y salvaje continente. Un vínculo que, si bien ya se reflejaba en Chocolat, reaparece en White Material (2010) con más fuerza, si cabe.

Aunque su primer largometraje date de 1988, Claire Denis ya tenía una larga trayectoria a sus espaldas cuando se embarcó en el proyecto de Chocolat. Después de diplomarse en el Institut des hautes études cinématographiques en 1972, comenzó a trabajar de asistente para directores de la talla de Jim Jarmusch, Jacques Rivette o Wim Wenders. Ese mismo año, Claire Denis debutaba en Cannes con su primer largometraje, un viaje personal a ese Camerún de su adolescencia. Desde sus comienzos, su cine se erige en torno al otro. Sus films se construyen a través del diálogo, de esa necesidad vital del ser humano de conectar con sus semejantes. Para ello, la directora gala parte de lo más mínimo, lo más puramente sensorial. Sirva de buen ejemplo ese primer plano de los pasteles en Nénette et Boni (1996), como metáfora inequívoca de la atracción sexual que siente Boni hacia su panadera. Una pulsión que logra ir más allá de las imágenes para sumergirse en un universo de sensaciones.

En White Material, Claire Denis nos transporta a ese mundo colonial africano de su adolescencia, a través de Marie (Isabelle Huppert). Al igual que la realizadora, Marie es una hija de las colonias, tal y como se lo recuerda Henry Vial en más de una ocasión. Nacida en esa sociedad de amos y esclavos, luchará por salir de esa dicotomía y enfrentarse a esa realidad, cuando el estallido de la guerra civil amenaza por destruirlo todo. White Material es también la historia del boxeador, ese héroe destronado de los rebeldes que acaba sus días escondido en la casa de Marie, como un refugiado más. O de los pequeños rebeldes, apenas adolescentes, que se ven obligados a portar el fusil a pesar de no conocer muy bien el porqué. Partiendo de esa mirada poliédrica, reconocible en Nénette et Boni o Beau Travail, Denis dibuja el mapa de una África rota, donde las viejas estructuras, si bien obsoletas, siguen obstruyendo la justicia. Cámara en mano,  apoyándose en la transparencia del primer plano, Denis muestra sin miedo la cara más agria del ser humano.

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Si bien es innegable esa faceta coral de White Material, es evidente que Marie es uno de los puntos centrales de la trama. Un personaje que destaca por su naturalidad, por su humanidad. Porque Marie no sigue el perfil de la heroína venida a menos, ni tampoco el de la madre coraje que da su vida por su hijo. Es, simplemente, una mujer marcada por sus circunstancias vitales, al igual que todos nosotros. Que ha pasado su vida al mando de una plantación de café, amenazada con la llegada de los primeros rebeldes. Pero también es una madre desconcertada ante el comportamiento pasivo de su hijo Manuel, al quien nada parece importarle demasiado.

En este sentido, uno de los aspectos más llamativos del personaje de Huppert es ese doble rechazo al que se ve sometida. Al mostrarse firme al frente de su plantación, es percibida por la población negra como una déspota. Una colona más cuyo único interés sería “que no le quitasen lo suyo”, tal y como le advierte uno de sus trabajadores. Al mismo tiempo, para los rebeldes Huppert simboliza la codicia del hombre blanco. Una doble encrucijada que deriva en ese momento del minuto 72. Es entonces como, a través de un primerísimo plano-contraplano, vemos como sus propios trabajadores amenazan con matarla si no sigue sus órdenes, mientras una de las rebeldes le apunta con un revólver, exigiéndole que siga las suyas. En ese intento de solidarizarse con el extraño, Marie comprende que, por mucho que intente cambiar, seguirá siendo una colona más para los africanos.

Por si fuera poco, su propio marido la desprecia y obvia su opinión, tomando la decisión de vender la plantación sin contar con su consentimiento. Al mismo tiempo, ese alejamiento con su hijo le hace pensar que ha fracasado no sólo como persona, sino también como madre y educadora. Marie se encuentra pues, sin salida. Rechazada por los suyos y denostada por ese otro al que se esfuerza por comprender, su única vía parece ser confiar en sí misma. Apoyada por unos pocos, Marie se posiciona como una superviviente nata ante ese mundo catatónico. Para ella, la plantación de café no es sólo un negocio, es su vida. Marie se aferra a ella en un intento desesperado de salir adelante, cuando todas las salidas le son negadas. Ante la negativa de sus seres queridos de apoyarla, su única vía de salvación es salir a flote por ella misma. De esta manera, su frágil figura consigue imponerse ante el desolado paisaje de esa África de guerrillas y miseria.

White Material es, en resumidas cuentas, un desgarrador viaje que nos lleva a lo más profundo de la psique humana. Un desafío en el que, una vez más, Claire Denis nos reta a reflexionar acerca de nuestros propios límites. Si hay algo que le puede quedar claro al espectador después de ver esta obra maestra es que la línea que nos separa de la bestia más salvaje es más delgada de lo que pensamos. Porque cuando nada queda, todo es posible. Y eso es algo que aprendemos en la mirada perdida de Marie, al contemplar a su hijo carbonizado en la casa de Henry Vial. Que la vida sólo tiene sentido cuando podemos compartirla.

 

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