En un mundo eminentemente masculino, Agnès Varda supo alzar la voz y mostrar la realidad a través de su particular enfoque. Cléo de 5 à 7 es sin duda una de sus películas más icónicas y representativas, que le llevaría a convertirse en una de las pocas directoras reconocidas por la Academia. Se trata de su segundo largo, siendo su obra debutante La Pointe-Courte, drama de 1955 donde Varda nos ofrecía un fiel retrato de las relaciones de pareja en plena posguerra.
Quizá una de las facetas más punzantes de la producción de Agnès Varda sea su fiel compromiso social y político. En 1975, se sumaba a las reivindicaciones feministas del Mouvement de Libération des Femmes (movimiento feminista francés que nacería con el mayo del `68) a través del cortometraje Réponse de femmes: Notre corps, notre sexe. A pesar de tener más de cuarenta años, es una pieza de rabiosa actualidad. En él, Varda no sólo aborda la cuestión del cuerpo femenino como objeto de deseo, sino que se atreve con cuestiones como la estigmatización de la mujer-madre, la necesidad de nuevos modelos educativos e incluso la reivindicación del deseo femenino como medio de empoderamiento contra el patriarcado.
En este sentido, el filme de Cléo de 5 à 7 (1962) podría entenderse como la antesala al trabajo corporal y teórico que veremos en Réponse de femmes. Cléo de 5 à 7 es la postal incorformista del París de los 60, de esos jóvenes bien avenidos, alejados del caos económico y político que la posguerra había dejado en las calles parisinas. Más allá de retratar esa juventud acomodada, nos muestra cómo una enfermedad puede trastocar la vida hasta límites insospechados. La película narra la historia de Cléo, una joven atractiva que juega a ser la muñeca deseada por el consumidor medio. Más que una mujer adulta enfrentándose a la muerte, parece recordarnos a una niña perdida que reclama la protección de los otros, incapaz de hacer frente a ese cáncer que la acecha.
Encerrada en su jaula dorada, una blanquísima estancia donde descansa y hace sus ejercicios matutinos, se limita a existir a través de la mirada masculina. El ambiente rococó de la estancia nos recuerda más a la habitación de una jovencita del XIX que a la de una chica del siglo XX. Desde sus vaporosos vestidos, repletos de volantes y encajes. hasta su cuidada peluca rubia, se nos muestra como una estatua, una muñeca de porcelana extremadamente delicada, a punto de romperse por esa enfermedad que la amenaza. Un disfraz que finalmente Cléo rompe en pedazos, deshaciéndose de su peluca y sus trajes coloridos. En un momento de éxtasis absoluto, durante la visita de sus amigos músicos, estalla y sale de su confortable crisálida, negándose a seguir existiendo a través del deseo de los otros.
Durante la interpretación de la canción, el personaje de Cléo parece desdibujarse, resbalándosele una pequeña lágrima que denota su ansiedad y malestar. Se trata de uno de los primeros planos más emotivos de la película, donde la espectadora se funde con esa joven que lucha por deshacerse del mito y reencontrarse con su verdadero yo: Florence. Desde este momento, la crisálida se rompe para dejar que Florence tome las riendas de su propio destino. Este cambio está perfectamente marcado, tanto por la narración como por los recursos técnicos y estéticos. Desde ese primer plano donde vemos el rostro de Cléo en su punto álgido, pasamos a un plano general donde la joven se deshace con fiereza de su peluca. Decidida, sale de casa, ataviada únicamente con un sobrio vestido negro y un sombrero.
A partir de este instante, vemos un cambio notable en el personaje, pasando de los planos generales y medios de Cléo a planos subjetivos donde Florence es la auténtica protagonista, es la dueña de la mirada. La transformación de la joven debe comprenderse dentro de la narración fílmica y su particular tempus. Esto es, el nombre del filme, Cléo de 5 à 7, hace referencia al peso del tiempo y cómo éste va marcando el hilo narrativo del filme. A lo largo de la película, vemos cómo los minutos se suceden sin pausa esperando ese ineludible final que conlleva la enfermedad de Florence. El paso del tiempo está presente en ese reloj del parque o del cuentakilómetros de la taxista.
En esta línea, la carrera contra el tiempo es una carrera contra la degradación del físico perfecto, de la belleza juvenil. Tal y como se recuerda a sí misma Cléo al principio, seguirá viva mientras sea bella, dentro de esa perfecta crisálida construida, de esa cápsula que ella misma ha creado. Y es que el papel que el cuerpo tiene en esta película va más allá del mero concepto de belleza. El cuerpo se convierte en Varda en nuestra mejor arma, nuestro medio para comunicarnos al exterior, para mostrarnos. Un planteamiento que se ve bastante claro en esa escena del taller de escultura donde trabaja la amiga de Florence como modelo. Más allá de mostrarnos el cuerpo femenino como una mera obra de arte, éste puede entenderse como materia en (de)construcción continua, que parte de lo más basto para alcanzar las formas más inesperadas y hermosas. Más que una obra de arte, el cuerpo es nuestra materia prima para trabajar y construirnos en función de nuestras necesidades, de nuestra personalidad. Esta peculiar visión del cuerpo femenino se reafirma en los integrantes del taller de escultura, entre los que vemos a más de una mujer. Esto es, la mujer no sólo es materia, también es ella misma la creadora de esos nuevos «cuerpos» en continua transformación.
Como conclusión, Cléo de 5 à 7 es una de las obras cinematográficas más interesantes y arriesgadas de la historia del cine. No sólo por su claro posicionamiento feminista, a través de la dicotomía Cléo/Florence, sino por su cuestionamiento de la belleza como valor absoluto, por su capacidad para plantear nuevos modelos románticos o por su fuerte crítica a la infantilización y cosificación de las mujeres. Y es que, en pleno siglo XXI, aún muchas de nosotras seguimos escondiéndonos en nuestras particulares crisálidas, quizá temiendo lo que nos pueda pasar si rompemos el caparazón y tomamos la palabra. Quizá sea hora de perder el miedo y de adueñarnos de nuestro deseo, pues sólo así superaremos la mirada masculina.