Subo los peldaños hacia la consulta mientras pienso en qué ha sido lo que me ha llevado hasta aquí.
Este barrio me distorsiona, piensas. Naranja risketo de señoros a la par de las perfectas sílfides de postal. La perfecta combinación para el suicido colectivo. Rosa azul de rojigualda ciudadana pasada de raya. Paso.
Me abro en la consulta y me veo ahí, riéndome de todo lo pasado. Y entonces rebobino a velocidad de vértigo y me quedo con tus palabras: «me fascina Howard Hawks».
H.H. Siglas que no saben muy bien si van a montar un holocausto o a cargarse la poca gracia del western en su….
Ah, perdón. A ver si se me van a ofender más sus majestades, que el cine de verdáh no se cuestiona, carajo.
Tiene gracia que con tus orígenes te mole alguien con iniciales tan poco sionistas, joder. Si hasta parece un chiste de esos de Audiencia Nacional, y subiendo.
A pelo, decís siempre. A pelo pero rasuradas que me da asco. Qué de paradojas encuentra una en vuestro deseo, la verdad. Que si voto en verde y soy vegano pero Dios, córtate ese Amazonas que me abrumas.
Y una piensa que no está mal, que lo de la limpieza forestal de tanto en cuanto puede ser hasta higiénico. A ver si así encontramos antes el santo clitorial, que ya vas con retraso.
Intentos en balde, porque se ve que tanta Santa María te obnubila más que tu ego. Y ahí estoy yo, medio desnuda y medio corriéndome, pasando el examen del señor cipotudo del momento sobre mis conocimientos literarios. Joder, otra vez la Selectividad no, de verdad.
Ah, no sabes. Me dices. Dulce pupila perdida, no sabes nada. Deja que te enseñe.
Deja tú de pretender que me conoces, carajo, intento decirte. Pero sólo me sale una mirada titubeante que se esconde en un …»bueno, estoy cansada». De ti, joder, de eso estoy cansada. Pero no lo digo, a ver si hay suerte y me tiras la liana en la próxima.
Adelanto hasta el momento g. Ese segundo en el que te dejaste llevar y te olvidaste de ponértelo, fíjate tú que cosas. Entonces yo salto de un brinco y salpico, y tú te sulfuras. Cómo te pones, si no va a pasar nada por unos segundos. Y de repente, me imagino, colonizada por el Estado de Israel y teniendo que hacer frente a la mirada inquisitiva de esa futura niña palestina que será mi hija de acogida en diez años.
Sorpresa. Sí. Ese era mi juego de infancia. Ser madre de acogida y reventar el sistema, a poquitos y con clase. Pero en lugar de eso aquí estoy, pasando el test pollacrítico del momento para ver si toca un poco de mambo luego.
Spoiler: no pasó nada más que mereciese la pena. Una cena triste y un adiós cortado.
Y de ahí a la soledad de mi casa. Bendita tranquilidad de no aguantaros, la verdad.
Y de ahí a la consulta, verificando que todo está bajo control. No es nada del otro mundo, los hombres son así, me dice mi médica. No hay de qué preocuparse.
Pero yo, que soy una hipocondríaca de alto standing, de las que iba con el termómetro en el bolso cuando lo de la Gripe A, busco ya el santo método para evitar sustos en la próxima. Que no me la metan más doblada, vaya.
Y visto cómo está el mercado, que ni los aliados son de fiar, al final una opta por volverse un poco señora académica, por poner un poco de censura de la buena. Y es que alguien que considera que La fiera de mi niña es un dulce retrato de amor, no es alguien digno de mi santo clitorial. Porque si piensas que lo tóxico de la screwball comedy (que es como lo de «Escenas de matrimonio» pero para académicos de postín) es sarcástico y maravilloso, no te mereces conocer la santa maravilla coñocrática que me habita. Que nos habita.
Así que, adiós muy buenas. Cierren al salir, que entra algo de patriarcado.
Gracias.
PD: La fiera de mi niña es una peli del señor Hawks que básicamente viene a presentar a Katharine Hepburn, grande del feminismo y de las asalvajadas, como una niña juguetona que necesita ser domesticada. Con un tigre de por medio. Por lo de «salvaje». Fíjense qué irónico el Howard, que hasta parece Arévalo. Pues eso. De la dulce histérica que necesita que la reconduzcan. Menos mal que a Kate no le hacen pasar un examen pollacrítico de esos que están tan de moda ahora, porque bastante tenían de aquella con el McCarthy, el Abascal de los guiris.